Gastronomía israelí: ¿cultura culinaria propia o apropiación cultural?
La
pasada semana, la célebre chef estadounidense Rachel Ray publicó una foto en la
red social twitter en la que escribió: “Lo mejor de las fiestas navideñas-
Noche israelí”, pasando a nombrar los platos que se muestran en la imagen. Con
hojas de parra rellenas (ورق عنب),
tabbouleh (تبولة), hummus (حمص),
crema de berenjena (متبل),
y por supuesto, pan de pita, la fiesta de Ray originó un gran revuelo entre los
usuarios, especialmente entre los árabes, quienes se hicieron eco de su indignación
en la red social, reprochándola que sus recetas eran en realidad platos
tradicionales de la cocina levantina.
Incluso algunos usuarios fueron más allá, como el comediante y escritor palestino, Amer Zahr, quien, en respuesta al tweet de Ray, publicó un divertido vídeo en el que comparaba la forma de preparar hummus palestino con la del hummus israelí.
Holiday Feast Highlights - Israeli nite, meze stuffed grape leaves, hummus, beet dip, eggplant and sun dried tomato dip, walnut and red pepper dip, and tabouli pic.twitter.com/pflF9Iv4DG— rachael ray (@rachaelray) 21 de diciembre de 2017
Incluso algunos usuarios fueron más allá, como el comediante y escritor palestino, Amer Zahr, quien, en respuesta al tweet de Ray, publicó un divertido vídeo en el que comparaba la forma de preparar hummus palestino con la del hummus israelí.
Aunque
para muchos el tweet de Ray es una anécdota insignificante e inofensiva, lo
cierto es que el alboroto causado en torno a la publicación de la famosa chef
es una representación muy clara de cómo el conflicto árabe-israelí ha penetrado
en todas las esferas de la sociedad, atravesando, incluso, la gastronomía.
Y
es que, aunque el valor de los productos alimenticios
a menudo está determinado por sus ingredientes y características sensoriales,
su arraigo en entornos humanos y naturales específicos también posee una gran
importancia. De ahí que, en zonas de conflicto, los
alimentos tengan un papel esencial en las políticas de identidad nacional,
convirtiéndose en representaciones materiales de narrativas históricas
particulares y en elementos atravesados por cuestiones de propiedad y poder.
Este
es el caso de la comida palestina, cocina que fue hecha como propia por el Estado israelí tras su creación en 1948. Así, el pueblo palestino no solo fue
objeto de una campaña bien orquestada para borrar cualquier recuerdo o parecido
de la cultura árabe de su tierra ancestral: también sufrió la apropiación de su
cultura culinaria.
Un
claro ejemplo de la apropiación de la cultura gastronómica palestina es la
historia del hummus en Israel, una de las recetas más populares del mundo árabe
y, que sin embargo, se ha convertido en el plato nacional israelí por
excelencia.
Según la académica israelí, Dafna Hirsch, los primeros judíos
europeos que migraron a Palestina a principios del siglo XX incorporaron muy
pronto el hummus a su catálogo culinario, como parte de sus intentos prácticos
y simbólicos de establecerse en la región. Sin embargo, fueron, los judíos de
los países de Oriente Medio que migraron a Israel después de la creación del
Estado, en 1948, y que estaban familiarizados con el platillo, los que
aumentaron su demanda. Más tarde, las empresas judeo-israelíes industrializaron
y modernizaron la producción de la receta, primero como conserva y después como
ensalada fresca refrigerada, globalizando el hummus con modernas fábricas en Europa y
Norteamérica. De esta forma, un alimento de origen campesino, servido rutinariamente en tazones compartidos en los que sumerge
el pan de pita, ahora es exportado por distribuidores multinacionales, a los
mercados “occidentales” y “desarrollados”, como un producto saludable y
sofisticado.
El hummus es una crema de garbanzos cocidos con zumo de limón
hecho con pasta de tahina y aceite de oliva y que según la variante local
puede llevar además otros ingredientes como ajos o pimentón.
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Rachel
Ray, al llamar israelíes recetas del levante mediterráneo, contribuye a la
distorsión histórica de la cultura indígena palestina y a que alimentos, que
han sido producidos en tierras árabes
durante siglos, sean transformados en símbolos asociados con Israel, asistiendo
al estado judío en su cruzada por demostrar que sus lazos con la tierra palestina
se remontan a mucho antes de principios del siglo XX.
Definitivamente
nadie puede trazar una línea sobre la propiedad de un alimento y, aún más,
cuando es una realidad que muchos alimentos árabes y palestinos se encuentran
arraigados en la cultura gastronómica israelí. Sin embargo, tomar una parte de
la cultura de un país o región y recodificarla como propia, mientras se elimina o se devalúa el resto,
significa hacer desaparecer los derechos, reclamos e identidad propia de todo
un pueblo indígena.
Por lo
tanto, resistirse a la apropiación cultural israelí y garantizar que las cosas
sean nombradas correctamente es parte del proceso de resistencia a la limpieza
étnica aún vigente en Palestina. Después de todo, si la cultura no importara y
no fuera más que una preocupación trivial para los "puristas", Israel
no pondría tanto empeño tratando de robarla y cambiarla.
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